Este curso en la Semana Cultural del Centro trabajaremos sobre Saturnino Calleja
¿Quién era Saturnino Calleja?
Vamos a Wikipedia y nos informamos
Biografía
Saturnino Calleja Fernández (Burgos, 11 de febrero de 1853 - Madrid, 9 de julio de 1915) fue un editor, pedagogo y escritor español, fundador de la Editorial Calleja, autor de libros de educación primaria y de lecturas infantiles.
Saturnino Calleja Fernández nació en Burgos en 1853, aunque su estirpe familiar era originaria de Quintanadueñas, localidad integrada actualmente en el municipio de Alfoz de Quintanadueñas. Su padre, Fernando Calleja Santos, fundó en 1876 un negocio de librería y encuadernación en la calle de la Paz, en Madrid, que fue comprado en 1879 por Saturnino. Él lo convirtió en la Editorial Calleja, que llegó a ser la más popular en España, en Hispanoamérica y en Filipinas y que publicó, en 1899, un total de 3.400.000 volúmenes.
Saturnino Calleja realizó tres importantes novedades en el mundo editorial de la época:
- Publicó grandes tiradas de los libros y cuentos (con muy pequeño margen de beneficio, con lo que abarató mucho los precios) e ilustró profusamente todos ellos con dibujos de los mejores artistas, con lo que logró unos cuentos atractivos y al alcance de los bolsillos de menor poder adquisitivo, acostumbrando a leer, con ello, a varias generaciones de niños.
- Las dimensiones de cada cuento fueron también una novedad, pues se trataba de cuentecitos diminutos que los niños podían coleccionar como si fuesen cromos y conservar o transportar en casi cualquier parte, incluso en sus bolsillos. Cada cuento sólo medía unos cinco centímetros de ancho por unos siete de alto.[1]
- Por otra parte, los libros de pedagogía eran entonces escasos, malos y caros. Calleja editó otros, basados en las más modernas tendencias pedagógicas europeas, y los llenó de bonitas ilustraciones (su gran lema era "Todo por la ilustración del niño") y los repartió, a veces a costa de su bolsillo, por las entonces paupérrimas escuelas de los pueblos de España (los maestros españoles estaban entonces menospreciados, es triste por ejemplo el dicho popular «pasar más hambre que un maestro de escuela»).
Comenzaremos en Carnaval disfrazándonos del Gato con botas y para recordar el cuento os lo dejo en dos formatos escrito y vídeo . Eso os dará pistas para que vayáis preparando vuestro disfraz.
El
gato con botas
Había una vez un molinero cuya única herencia para sus tres hijos eran su
molino, su asno y su gato. Pronto se hizo la repartición sin necesitar de un
clérigo ni de un abogado, pues ya habían consumido todo el pobre patrimonio. Al
mayor le tocó el molino, al segundo el asno, y al menor el gato que quedaba.
El pobre joven amigo estaba bien inconforme por haber recibido tan poquito.
-”Mis hermanos”- dijo él,-”pueden hacer una bonita vida juntando sus
bienes, pero por mi parte, después de haberme comido al gato, y hacer unas
sandalias con su piel, entonces no me quedará más que morir de hambre.”-
El gato, que oyó todo eso, pero no lo tomaba así, le dijo en un tono firme
y serio:
-”No te preocupes tanto, mi buen amo. Si me das un bolso, y me tienes un
par de botas para mí, con las que yo pueda atravesar lodos y zarzales, entonces
verás que no eres tan pobre conmigo como te lo imaginas.”-
El amo del gato no le dio mucha posibilidad a lo que le decía. Sin embargo,
a menudo lo había visto haciendo ingeniosos trucos para atrapar ratas y
ratones, tal como colgarse por los talones, o escondiéndose dentro de los
alimentos y fingiendo estar muerto. Así que tomó algo de esperanza de que él le
podría ayudar a paliar su miserable situación.
Después de recibir lo solicitado, el gato se puso sus botas galantemente, y
amarró el bolso alrededor de su cuello. Se dirigió a un lugar donde abundaban
los conejos, puso en el bolso un poco de cereal y de verduras, y tomó los
cordones de cierre con sus patas delanteras, y se tiró en el suelo como si
estuviera muerto. Entonces esperó que algunos conejitos, de esos que aún no
saben de los engaños del mundo, llegaran a mirar dentro del bolso.
Apenas recién se había echado cuando obtuvo lo que quería. Un atolondrado e
ingenuo conejo saltó a la bolsa, y el astuto gato, jaló inmediatamente los
cordones cerrando la bolsa y capturando al conejo.
Orgulloso de su presa, fue al palacio del rey, y pidió hablar con su
majestad. Él fue llevado arriba, a los apartamentos del rey, y haciendo una
pequeña reverencia, le dijo:
-”Majestad, le traigo a usted un conejo enviado por mi noble señor, el
Marqués de Carabás. (Porque ese era el título con el que el gato se complacía
en darle a su amo).”-
-”Dile a tu amo”- dijo el rey, -”que se lo agradezco mucho, y que estoy muy
complacido con su regalo.”-
En otra ocasión fue a un campo de granos. De nuevo cargó de granos su bolso
y lo mantuvo abierto hasta que un grupo de perdices ingresaron, jaló las
cuerdas y las capturó. Se presentó con ellas al rey, como había hecho antes con
el conejo y se las ofreció. El rey, de igual manera recibió las perdices con
gran placer y le dió una propina. El gato continuó, de tiempo en tiempo,
durante unos tres meses, llevándole presas a su majestad en nombre de su amo.
Un día, en que él supo con certeza que el rey recorrería la rivera del río
con su hija, la más encantadora princesa del mundo, le dijo a su amo:
-”Si sigues mi consejo, tu fortuna está lista. Todo lo que debes hacer es
ir al río a bañarte en el lugar que te enseñaré, y déjame el resto a mí.”-
El Marqués de Carabás hizo lo que el gato le aconsejó, aunque sin saber por
qué. Mientras él se estaba bañando pasó el rey por ahí, y el gato empezó a
gritar:
-”¡Auxilio!¡Auxilio!¡Mi señor, el Marqués de Carabás se está ahogando!”-
Con todo ese ruido el rey asomó su oído fuera de la ventana del coche, y
viendo que era el mismo gato que a menudo le traía tan buenas presas, ordenó a
sus guardias correr inmediatamente a darle asistencia a su señor el Marqués de
Carabás. Mientras los guardias sacaban al Marqués fuera del río, el gato se
acercó al coche y le dijo al rey que, mientras su amo se bañaba, algunos
rufianes llegaron y le robaron sus vestidos, a pesar de que gritó varias veces
tan alto como pudo:
-”¡Ladrones!¡Ladrones!”-
En realidad, el astuto gato había escondido los vestidos bajo una gran
piedra.
El rey inmediatamente ordenó a los oficiales de su ropero correr y traer
uno de sus mejores vestidos para el Marqués de Carabás. El rey entonces lo
recibió muy cortésmente. Y ya que los vestidos del rey le daban una apariencia
muy atractiva (además de que era apuesto y bien proporcionado), la hija del rey
tomó una secreta inclinación sentimental hacia él. El Marqués de Carabás sólo
tuvo que dar dos o tres respetuosas y algo tiernas miradas a ella para que ésta
se sintiera fuertemente enamorada de él. El rey le pidió que entrara al coche y
los acompañara en su recorrido.
El gato, sumamente complacido del éxito que iba alcanzando su proyecto,
corrió adelantándose. Reunió a algunos lugareños que estaban preparando un
terreno y les dijo:
-”Mis buenos amigos, si ustedes no le dicen al rey que los terrenos que
ustedes están trabajando pertenecen al Marqués de Carabás, los harán en
picadillo de carne.”-
Cuando pasó el rey, éste no tardó en preguntar a los trabajadores de quién
eran esos terrenos que estaban limpiando.
-”Son de mi señor, el Marqués de Carabás.”- contestaron todos a la vez,
pues las amenazas del gato los habían amedrentado.
-”Puede ver señor”- dijo el Marqués, -”estos son terrenos que nunca fallan
en dar una excelente cosecha cada año.”-
El hábil gato, siempre corriendo adelante del coche, reunió a algunos
segadores y les dijo:
-”Mis buenos amigos, si ustedes no le dicen al rey que todos estos granos
pertenecen al Marqués de Carabás, los harán en picadillo de carne.”-
El rey, que pasó momentos después, les preguntó a quien pertenecían los
granos que estaban segando.
-”Pertenecen a mi señor, el Marqués de Carabás.”- replicaron los segadores,
lo que complació al rey y al marqués. El rey lo felicitó por tan buena cosecha.
El fiel gato siguió corriendo adelante y decía lo mismo a todos los que
encontraba y reunía. El rey estaba asombrado de las extensas propiedades del
señor Marqués de Carabás.
Por fin el astuto gato llegó a un majestuoso castillo, cuyo dueño y señor
era un ogro, el más rico que se hubiera conocido entonces. Todas las tierras
por las que había pasado el rey anteriormente, pertenecían en realidad a este
castillo. El gato que con anterioridad se había preparado en saber quien era
ese ogro y lo que podía hacer, pidió hablar con él, diciendo que era imposible
pasar tan cerca de su castillo y no tener el honor de darle sus respetos.
El ogro lo recibió tan cortésmente como podría hacerlo un ogro, y lo invitó
a sentarse.
-”Yo he oído”- dijo el gato, -”que eres capaz de cambiarte a la forma de
cualquier criatura en la que pienses. Que tú puedes, por ejemplo, convertirte
en león, elefante, u otro similar.”-
-”Es cierto”- contestó el ogro muy contento, -”Y para que te convenzas, me
haré un león.”-
El gato se aterrorizó tanto por ver al león tan cerca de él, que saltó
hasta el techo, lo que lo puso en más dificultad pues las botas no le ayudaban
para caminar sobre el tejado. Sin embargo, el ogro volvió a su forma natural, y
el gato bajó, diciéndole que ciertamente estuvo muy asustado.
-”También he oído”- dijo el gato, -”que también te puedes transformar en
los animales más pequeñitos, como una rata o un ratón. Pero eso me cuesta
creerlo. Debo admitirte que yo pienso que realmente eso es imposible.”-
-”¿Imposible?”- Gritó el ogro, -”¡Ya lo verás!”-
Inmediatamente se transformó en un pequeño ratón y comenzó a correr por el
piso. En cuanto el gato vio aquello, lo atrapó y se lo tragó.
Mientras tanto llegó el rey, y al pasar vio el hermoso castillo y decidió
entrar en él. El gato, que oyó el ruido del coche acercándose y pasando el
puente, corrió y le dijo al rey:
-”Su majestad es bienvenido a este castillo de mi señor el Marqués de
Carabás.”-
-”¿Qué?¡Mi señor Marqués!” exclamó el rey, -”¿Y este castillo también te pertenece?
No he conocido nada más fino que esta corte y todos los edificios y propiedades
que lo rodean. Entremos, si no te importa.”-
El marqués brindó su mano a la princesa para ayudarle a bajar, y siguieron
al rey, quien iba adelante. Ingresaron a una espaciosa sala, donde estaba lista
una magnífica fiesta, que el ogro había preparado para sus amistades, que
llegaban exactamente ese mismo día, pero no se atrevían a entrar al saber que
el rey estaba allí.
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